TERCERA SEMANA DE CUARESMA.

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La liturgia del domingo nos ofreció la siguiente lectura:

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar...; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:

- Dame de beber».

-¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?

- Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.

- Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?

- El que bebe de esta agua vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

- Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

-Sé que va a venir el Mesías, el Cristo, cuando venga él nos lo dirá todo.
-Soy yo: el que habla contigo...
(Jn 4, 15-42).



Tener un pozo de agua en casa o en un poblado es hoy todavía un privilegio en muchas partes del mundo y particularmente en África donde el agua es un bien tan escaso.

El agua es signo de vida y vida ella misma. Es desde la profundidad de donde sacamos la vida para revivir la naturaleza.

Muchas veces no nos damos cuenta de la riqueza que tenemos en ese pozo de nuestro interior. Jesús nos invita esta mañana a sacar agua, a saciar nuestra sed, a compartirla saciando la sed de los otros, como hace la mujer de Samaria que corre y comparte el tesoro que ha encontrado con la gente de su pueblo.

Tenemos que aliviar la sed, la nuestra y la de los demás. El agua de Jesús está ahí en nuestro interior, en nuestro pozo, sólo hay que beberla y darla generosamente a los demás. Sólo bebiendo esa agua y dándola, el agua producirá vida.


Abre mis ojos, Señor
para poder ver las necesidades
de la gente que me rodea.
Mueve mis manos
para saciar el hambre y la sed
de mis hermanos.
Toca mi corazón
para compartir con los demás
las riquezas de su interior.
Dame el cariño que necesito
para fortalecer al enfermo.
Ayúdame a reconocer que compartiendo
mis preocupaciones y mi amor,
mi pobreza y mi prosperidad,
participaré en tu presencia divina.
Amén.


(Tomado del folleto CUARESMA 2008, Elaborado por el Departamento de educación y sensibilización de SED).

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