NOS ACERCAMOS A LA CUARESMA

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Carta de Buenafuente. Cuaresma, 2008

Déjate conducir por el Espíritu al desierto, donde la soledad, el silencio, la oración, la mirada al horizonte, la trascendencia, las palabras esenciales, la Palabra de Dios se convierten en el pan y en el agua, apoyos necesarios para subsistir en tiempo de inclemencia.

Entra en tu cuarto, en tu habitación interior, donde sólo Dios ve y escucha tu plegaria. Ahí, en lo secreto, eleva cada día tu súplica, rinde tu cuerpo y tu mente en adoración, y ábrete a lo que Él desee decirte, por medio de la providencia de su Palabra, que puedes leer en las Sagradas Escrituras. En este tiempo, la Liturgia nos ofrece la lectio continua como mejor acompañamiento.

No te inventes respuestas ni propósitos precipitados; espera, este tiempo dura lo suficiente para que puedas llegar a comprender cómo y en qué debes cambiar tu vida. La obediencia es esencial, pero sólo si llevas a cabo lo que escuchas dentro o haces enteramente tuyo lo que oyes desde fuera, no sentirás violencia al cumplirlo, sino plenitud.

Quizá recibirás la insinuación que te invita a la austeridad, a compartir tus bienes, a gestos solidarios, que serán la mejor expresión de la ascesis. Siempre tendrás junto a ti o te llegará la noticia de personas necesitadas. El amor se manifiesta generoso.

Quizá necesitas el bálsamo del perdón. No dudes en pedirlo, la misericordia de Dios es eterna, y Él no desoye la súplica de los que lo invocan, sino que escucha siempre favorablemente el gemido de quien solicita, humilde, la gracia.

Este tiempo encierra la clave de la inteligencia de todo acontecimiento, porque es una etapa, aunque duradera, abierta a la luz pascual. No se te invita a un ejercicio introvertido para crecer en estima personal, sino a un camino de contemplación y seguimiento detrás de quien nos desvela que el amor consiste en dar la vida por los demás, Jesucristo, actitud por la que se experimenta la humanidad lograda.

La entrega, que en un primer momento parece costosa, se convierte en fuente de alegría. Paradójicamente, la cruz es signo de victoria. Por el Crucificado que vence a la muerte, todo puede comenzar de nuevo.

Unidos en la travesía de la cuarentena cuaresmal, camino de la Pascua.


(Ángel Moreno)

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