CUARTA SEMANA DE CUARESMA.

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La liturgia del martes nos presenta la lectura que sigue:


Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?».

El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».

Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar...

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado
(Jn 5, 1-3.5-16).


No tengo a nadie ¡Qué duras suenan esas palabras en el corazón del que ama! ¡Qué reales son esas palabras en el mundo de autosuficiencia en que vivimos hoy! Hay tanta gente, tantos medios, tanta abundancia de todo y pareciera que es cuando más se escucha por todas partes, ese grito angustioso: “No tengo a nadie…” Echemos una mirada a nuestro mundo y enseguida descubriremos este mundo parecido a esos cinco soportales de la piscina junto a la puerta de las ovejas en Jerusalén: Vemos tanta gente echados, aplastados, aniquilados, amontonados como basura en el camino de la vida. Millones de voces infantiles, y adultas también, gritan la misma frase del evangelio de hoy: “No tengo a nadie…”

Hoy, Jesús, en este camino hacia la Pascua nos dice qué debemos hacer: Caminar con los ojos bien abiertos, darnos cuenta de la necesidad… Hay muchos necesitados, pero empieza por uno, como Jesús. Actuar en consecuencia, ayudar a levantarse, caminar con ellos hasta que caminen seguros ellos mismos.

También Jesús nos dice lo que nunca debes hacer: Pasar de largo, no escuchar los gritos, no ver las necesidades, no justificarnos con el que “son muchos”, “no se puede hacer nada con tantos”… y sobre todo no juzgar.

Es hora de actuar, de hacer el bien, sin juzgar, gratuitamente, sin importar la raza, la clase social, el país, la religión, si son o no son agradecidos… Es hora de la solidaridad. Es hora de acercarnos y ayudar mientras decimos: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”.


No tienes manos
Jesús, no tienes manos.
Tienes sólo nuestras manos para construir
un mundo donde habite la justicia.
Jesús, no tienes pies.
Tienes sólo nuestros pies para poner en
marcha la libertad y el amor.
Jesús, no tienes labios.
Tienes sólo nuestros labios para anunciar
por el mundo la Buena Noticia de los pobres.
Jesús, no tienes medios.
Tienes sólo nuestra acción para lograr
que todos los hombres sean hermanos.
Jesús, nosotros somos tu evangelio.
El único evangelio que la gente puede leer,
si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.
Jesús, danos tu musculatura moral
para desarrollar nuestros talentos
y hacer bien todas las cosas.

(Anónimo)


(Tomado del folleto CUARESMA 2008, Elaborado por el Departamento de educación y sensibilización de SED).

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